Hizo desaparecer un desierto

14 Ago 2020

La desertificación es un problema global que amenaza la supervivencia humana. Lo padece especialmente China, país que alberga algunas de los mayores desiertos del Planeta. Casi un tercio de la superficie del país se puede considerar desierto, a lo que contribuyó una larga historia de agotamiento de los nutrientes del suelo, en especial en el norte del país. Los desiertos de China cubren unos 2.632 millones de kms2, o el 27% del territorio total del país. 

Desde hace años, el gobierno chino y sus ciudadanos vienen realizando titánicos intentos de convertir esos desiertos en bosques. Ya a finales de los 70, una campaña conocida popularmente como Gran Muralla Verde, buscó la plantación masiva de árboles en el norte del país con el objetivo de frenar la expansión del desierto de Gobi, un entorno duro y hostil.

El intento –que aún continúa– dio sus frutos: la superficie forestal en el norte del país pasó del 5% al 12,4%.

Pese a ello, China era, a principios de los 90, un país prácticamente árido. Su masa forestal apenas alcanzaba el 14% del total de su superficie. Las prácticas agrícolas abusivas lo habían dejado prácticamente sin bosques.

Ante la crisis, las autoridades aprobaron grandes planes de conservación y reforestación, con campañas masivas de plantación de árboles, tanto con siembra manual como aérea y protegiendo grandes zonas para facilitar la regeneración de bosques y selvas o reconvertir suelo agrícola en forestal.

El esfuerzo fue gigantesco. Según datos de la Administración Forestal del país y de consultoras independientes –confirmados por imágenes satelitales– China ha recuperado desde principios de este siglo, una media anual de 50.000 kms2 de cubierta forestal, una superficie superior a Suiza o Países Bajos cada año.

La masa forestal ha crecido hasta el 21,6% del total, en apenas treinta años. Ningún otro país del mundo ha visto una recuperación de la pérdida y degradación de los bosques de esta magnitud en tan poco tiempo, mientras la deforestación avanza en otras partes del Planeta.

Esa fenomenal tarea ha tenido héroes anónimos como Niu Yuqin, una campesina que comenzó hace casi 40 años a luchar contra la desertificación, en el norte de la provincia china de Shaanxi. Gracias a su duro trabajo, hoy miles de hectáreas de área desértica se han transformado en bosques o tierras cultivables. 

El pueblo de Jinjisha se encuentra en Yulin, en el norte de la provincia de Shaanxi, muy cerca de la frontera con la región autónoma de Mongolia Interior y al borde sur del desierto de Maowusu o Mu Us. Cuando Niu Yuqin era niña, la vida en este lugar era especialmente dura. Las dunas se extendían hasta el horizonte y era difícil sobrevivir cultivando.

Lo que se sembraba estaba sometido a constantes vendavales de arena que destruían todo y las dunas incluso devoraban las casas. A eso se agregaba una grave escasez de agua. Para escapar de la pobreza, Niu Yuqin se propuso domar el desierto plantando árboles y convenció a su familia para que la ayudara.

El desierto de Mu Us es uno de los cuatro desiertos más importantes de China, con una superficie total de 42.200 kms2, la mitad de los cuales se encuentran en Yulin. Históricamente, tuvo abundante vegetación y ganado vacuno y ovino. Pero desde la dinastía Tang hasta las dinastías Ming y Qing, el Mu Su se convirtió gradualmente en un vasto desierto debido al desarrollo irrazonable y al mal uso de los recursos.

En 1983, mientras sus hijos pastoreaban ovejas en el desierto, Niu construyó un pequeño refugio para protegerlos del sol y comenzó a plantar árboles, que para sorpresa de todos empezaron a desarrollarse bien. 

El desierto de Maowusu o Mu Us.

Apoyada por su esposo Zhang Jiawang, vendió parte de sus pertenencias familiares más sus gallinas y huevos para comprar miles de retoños de álamos y en 1985 consiguió un terreno de 667 hectáreas para seguir plantando.

El matrimonio de pioneros junto a su hijo Zhang Liqiang. Foto cortesía de Zhang Liqiang.

En el pueblo, familiares y amigos le insistían en que los árboles no podrían sobrevivir en el desierto, pero Niu y su esposo, creían que su elección significaba una oportunidad no solo para su propia familia, sino para su país. Su solitario trabajo llegó a oídos de la agencia forestal local, que les regaló 30.000 árboles jóvenes de olmo y otras 1.000 semillas de diversas especies.

Pero en 1988 falleció su esposo. Niu, pese a su dolor, resolvió que el mejor homenaje era seguir luchando contra el desierto. Cada día, con su hijo mayor salían a las 4 de la mañana, cargando agua de un pozo de 90 metros para regar los árboles jóvenes y cavando nuevos hoyos en la arena polvorienta para plantar nuevos retoños

Niu Yuqin en una foto de época, plantando algunos de los 28 millones de árboles que puso para domar el desierto.

Los esfuerzos dieron sus frutos. Los árboles y la hierba que plantó crecieron muy bien. Contrató más  tramos de tierra y un grupo de trabajadores. En 1991, amplió el terreno contratado a 2.000 hectáreas. 

Los años de duro trabajo en el desierto hicieron que Niu comprendiera la importancia del conocimiento. En 1991, con sus modestos ahorros y algo de dinero prestado, estableció una escuela primaria en su aldea para que los niños pudieran educarse. Desde entonces ha movilizado a los estudiantes, inculcándoles la necesidad de protección del medio ambiente y la plantación de árboles.

En 1993, Niu con 52 años, ya era considerada una de las diez agricultoras más famosas de China y una trabajadora modelo a nivel nacional. Fue premiada por la FAO por su contribución al Planeta. A esa altura llevaba unas 7.333 hectáreas de tierra en Shaanxi y Mongolia Interior plantadas con olmos, sauces y álamos, preservando arrozales y praderas de la arena del desierto.

Los árboles comenzaron a crecer.

Como líder de la forestación del desierto, Niu Yuqin llamó la atención de los medios de su país. Fue elegida más tarde como diputada al IX° y X°Congreso Nacional del Pueblo, máximo órgano legislativo representativo del Gobierno chino.

Allí planteó su sueño: “Si cada chino planta un árbol y asegura su supervivencia, nuestro país se convertirá en una tierra con montañas verdes y agua cristalina en diez años”.

“Antes de morir–cuenta Niu Yuqin– mi marido me dijo: ‘Puedes vender todo y tener una buena vida’. Pero yo, sin embargo decidí continuar el trabajo. Si yo no luchaba contra el desierto, el desierto lucharía contra mí… Mis padres empezaron a luchar contra la desertificación en el año 1982. Desde el primer árbol ya hemos plantado 28 millones de árboles más y desde la primera hectárea siguieron hasta las cinco mil trescientas hectáreas. Cuando comenzaron los árboles y la hierba sólo cubrían el 3% de este lugar. Hoy en día se ha extendido hasta más del 85%”.

Los árboles plantados están dispuestos con una separación de 1 metro y podrían rodear el ecuador de la Tierra 54 veces si los pusiéramos en línea recta. La tasa de cobertura forestal en la región ha aumentado del 0,9% cuando se fundó la RP China al 34,8% actual y el territorio verde de Shaanxi ha avanzado más de 400 kilómetros hacia el norte.

El territorio verde de Shaanxi ha avanzado más de 400 kilómetros hacia el norte.

La causa de la familia continúa. Zhang Liqiang se unió a sus padres a la edad de 20 años. Debido a la  avanzada edad de Niu (79 años), él ahora prosigue con el legado. Ha introducido algunas mejoras a la técnica de sus padres. Sigue probando nuevas especies de árboles mientras preserva la ya avanzado. Además de los pinos escoceses, los sauces chinos y los álamos, ha plantado con éxito cultivos comerciales como el cerezo enano chino y los avellanos.

Zhang Liqing, el hijo de Niu Yuqin. Foto Gentileza CGTN.

“Ahora escogemos árboles que resisten mejor la sequía, almacenan más humedad y necesitan menos agua. Por ejemplo, con estos árboles de dátiles cortamos las ramas más bajas y las depositamos debajo del árbol y así poco a poco se forma un suelo más fértil”.

Caminando por el denso bosque, escuchando los sonidos de los árboles, Niu Yuqin los percibe como saludos y les agradece. Estos árboles los plantó con sus propias manos. Con años de arduo trabajo, Yuqin convirtió 73 kilómetros cuadrados de desierto en un bosque interminable, con más de 45 especies de árboles diferentes. 

“Mi mayor deseo –confiesa– es transmitir a la siguiente generación está labor de lucha contra la desertificación. Que mis nietos continúen este trabajo de una forma más sencilla y conciente para conseguir con sus esfuerzos una forma más eficiente de lucha contra el desierto. Así podrán hacer una contribución al pueblo…”

Ella todos los domingos venía con sus nietos a trabajar en el bosque: “Hacían algo de lectura cuando descansaban”. Se siente orgullosa y contenta de que su trabajo de forestación pueda continuar de generación en generación, convirtiendo todos desiertos en oasis. 

Reconoce que el camino emprendido fue especialmente difícil. Al comienzo dependían de sí mismos para poner en marcha todo. Arriesgaron todas sus pertenencias y no había nadie que pudiera ayudar.

Cuando se le pegunta de dónde sacó fuerzas, contesta risueña: “Me llamo Niu que quiere decir buey. Nací en el Año del Buey y seguro que debo ser obstinada como un buey”.