El Ártico se está calentando a un ritmo alarmante: el doble del resto del planeta. A ello se agrega la expansión de incendios forestales en el noreste de Siberia y el círculo polar ártico que se han multiplicado en los últimos años. (Ver Más Azul n°11, ago 2020, “Colapsa el Ártico”)
El clima ártico está sufriendo cambios rápidos, batiendo lamentables récords al menos una docena de veces sólo en los últimos tres años.
Los científicos anticipan que los cambios climáticos provocarán con más frecuencia olas de calor, tormentas e incendios naturales. Siberia, un territorio de más de 10 millones de km2, conocido por sus duros inviernos, será uno de sus escenarios.
Tal como explica Marina Makarova, meteoróloga jefa de Rosguidromet, la agencia meteorológica rusa: “En Siberia el invierno 2019-2020, fue el más cálido desde que comenzaron los registros hace 130 años, con temperaturas medias de hasta 6°C por encima de lo normal”.
“El calentamiento récord en Siberia es una señal de advertencia de grandes proporciones” señalan en la OMM. Las alteraciones del Ártico baten un récord tras otro y suman trastornos climáticos. Desde temperaturas extremadamente altas, derretimiento del permafrost con fugas de metano, bruscos colapsos de infraestructuras por debilitamiento de suelos, reducción de la capa de hielo y recientemente el extraño fenómeno de los llamados “incendios zombies”, con fuegos que arden y sobreviven activos por debajo del hielo ártico, aún a -60° bajo cero.
Toda esas perturbaciones están alterando el clima del resto del planeta y pone a un importante número de especies en grave peligro, entre ellos a los osos polares.
Desde que comenzaron los registros satelitales (1979), el hielo del Ártico en verano ha perdido el 40% de su superficie y hasta el 70% de su volumen, lo que lo convierte en una de las señales más claras del calentamiento global causado por el hombre.
Randall Cerveny, profesor de la Universidad Estatal de Arizona y relator de registros extremos para la OMM, asegura que la falta de nieve profunda en la región, junto con los aumentos globales de la temperatura, están jugando un papel crítico en ese calor extremo.
En junio 2020, Verkhoyansk, una de las localidades más frías del Planeta, a 5.000 kms de Moscú, registró una temperatura de 38°C, 17°C más de lo habitual y la más alta registrada nunca dentro del Círculo Polar Ártico.
Severe Weather Europe, organismo que centraliza la información climática y meteorológica de Europa, confirmó que los puntos cálidos dentro del círculo polar ártico han llegado a estar en promedio 12°C por encima de lo normal.
El fenómeno no solo despierta el interés de quienes se preocupan por el Planeta sino también el de quienes tienen preocupaciones más espurias. El derretimiento está provocando un cambio dramático en la situación geopolítica de la zona, rica en yacimientos de petróleo y gas. Todos los países lindantes desarrollan estrategias específicas para aprovechar las nuevas rutas marítimas que se abren y ver cómo atacan las riquezas disponibles.
En medio de esos intereses ha quedado el oso polar –el alguna vez rey del Ártico– una especie icónica cuyo único depredador es el hombre.
Con las temperaturas en ascenso, el hielo ártico en retroceso y glaciares que se diluyen, el aire se calienta y el permafrost del suelo se descongela y se seca, favoreciendo los incendios, que entre 2019 y 2020 arrasaron más de 10 millones de hectáreas.
Los cambios que está experimentando el Ártico están ocurriendo con mucha mayor rapidez que lo calculado en las predicciones más pesimistas. En especial en las regiones árticas de Rusia, una de las zonas de calentamiento más rápidas del mundo.
Mientras en las últimas décadas, la temperatura en la Tierra crece a un promedio de 0,18°C cada 10 años, en Rusia aumenta 0,47°C, y en el Ártico ruso, 0,69°C cada década. Es lo que advierte Andrei Kiselyov, científico principal del Observatorio Geofísico Principal Voeikov (Moscú).
Según Jason Box, especialista en glaciares del Servicio Geológico de Dinamarca y Groenlandia, en menos de medio siglo (1971 a 2019) la temperatura media anual del Ártico subió 3,1°C frente al 1°C del Planeta.
Muchos distraídos señalan como un ejercicio frívolo y sentimental que nos preocupe la supervivencia de los osos polares. No advierten que el Ártico actúa como una alarma del sistema climático global y el oso polar es un testigo privilegiado y la primera víctima de lo que allí sucede.
Jennifer A. Francis, una prestigiosa científica, especializada en el cambio climático del Ártico, recuerda su influencia en el resto del Planeta y advierte sobre los problemas que podrían desencadenarse para la población mundial: “En la última ocasión en que el Ártico alcanzó unas temperaturas ligeramente más cálidas que las actuales, hace unos 125.000 años, la superficie oceánica estaba entre 4 y 6 metros más elevada. Adiós a Miami, Nueva Orleans, gran parte de la ciudad de Nueva York y de Silicon Valley, así como a Venecia, Londres y Shanghái. Las últimas investigaciones indican que el rápido calentamiento del Ártico tiende también a modificar la corriente en chorro (jet stream) de una forma que causa una inusual persistencia de fenómenos meteorológicos extremos en Norteamérica, Europa central y Asia. Ello somete a millones de personas a implacables olas de calor, sequías e incesantes tormentas”.
La extensión de hielo ártico durante los veranos se ha reducido a la mitad en solo 40 años y también el volumen de hielo es una cuarta parte del registrado a comienzos de los ’80. Francis alerta que el océano ártico podría perder todo su hielo en el verano de 2040. (Ver “The Arctic Is Breaking Climate Records, Altering Weather Worldwide”).
Asimismo, el ritmo del deshielo en Groenlandia ha pasado de 33.000 millones de toneladas anuales en la década de 1990 a 254.000 millones/año en la última década, lo que significa que se ha acelerado siete veces en 30 años. (Ver Más Azul, “El hielo de Groenlandia se derrite a velocidades récord”, n°4 enero 2020)
El hielo en las zonas costeras del Ártico se derrite al doble de velocidad de lo que los especialistas estimaban hasta ahora, según un estudio reciente del University College London (UCL) sobre su espesor.
El calentamiento del Ártico puede conducir a una creciente degradación del permafrost y la erosión costera. La reducción en la extensión del hielo marino y la degradación del permafrost en la tundra permite que se libere metano, un poderoso gas de efecto invernadero, 28 veces más fuerte que el CO2.
Esas grandes emisiones de metano a su vez incrementan el calentamiento global, generando un círculo vicioso de consecuencias globales. “El metano que escapa de los sitios de deshielo del permafrost ingresa a la atmósfera y circula por todo el mundo… El metano que se origina en el Ártico no se queda en el Ártico. Tiene ramificaciones globales” explica Katey Walter Anthony, profesora de la Universidad de Alaska-Fairbanks.
Si el Ártico se descongela se liberará el metano atrapado en el hielo y el calentamiento global entrará en un proceso de aceleración descomunal. Siberia da indicios de que esa pesadilla puede estar comenzando.
Solo la plataforma siberiana puede contener 1.400 billones de toneladas de metano. El gas proviene del material orgánico que integra el permafrost ártico y permanece atrapado en la capa de hielo que, por milenios, ha estado congelada.
En la actualidad, investigadores rusos han detectado concentraciones de metano en el agua, 100 veces por encima de lo considerado normal. Las altas temperaturas y los incendios favorecen fugas de metano a la atmósfera. Ambos fenómenos generan y a la vez son el resultado del permafrost que se está derritiendo. Si se descongelara totalmente provocaría una catástrofe climática de enorme magnitud.
Por eso, la situación de los osos polares es decisiva. Son nuestros vigías en la batalla contra el cambio climático y su supervivencia demostraría que hemos empezado a ganar esa batalla. Pero estamos muy lejos de hacerlo.
Hace más de 10 años que la ciencia alertó sobre el peligro de la desaparición para 2050 de dos tercios de la población actual de osos polares (unos 25.000 ejemplares) debido a la menor presencia de hielo en el Ártico en invierno.
Los osos polares (Ursus maritimus) son especies endémicas de las regiones árticas y sub-árticas. Como su territorio está limitado a esas regiones, resultan más vulnerables a la extinción.
El calentamiento global genera tres fenómenos interrelacionados que son devastadores para los osos polares y que hacen incierto su futuro: hielo marino cada vez menos sólido; escasez de alimentos y reducción de la población.
En el primer caso, al caracterizarse el Ártico por mantener muy bajas temperaturas, ello permitía la supervivencia de miles de especies silvestres, entre ellos los osos polares, que son los carnívoros terrestres más grandes de la Tierra.
Para cazar, los osos necesitan un hielo consistente como plataforma para atrapar focas, su principal fuente de alimento. Como consecuencia de la reducción del hielo, los osos polares tienen dificultades para acceder a sus presas desde la costa o nadando en aguas abiertas, donde son lentos y poco hábiles.
La falta de alimentación suficiente pone en riesgo su supervivencia saludable y compromete el resguardo de sus crías.
Los científicos que siguen la evolución de los osos están observando varias alteraciones en su vida: una creciente canibalismo, una pérdida del peso promedio, una reducción (aún pequeña) del tamaño de los cráneos de ejemplares machos adultos, en comparación con dos o tres décadas atrás, y una menor fertilidad (menos cachorros).
La situación de hambre ha incrementado la aparición de grupos de osos revolviendo la basura en varios poblados cercanos. Belushya Guba, un poblado de 2.000 habitantes donde funciona una pequeña base militar rusa, es el mayor núcleo habitado del archipiélago Novaya Zemlya, en el Ártico. Sus vecinos han documentado la presencia de grupos hambrientos de osos polares buscando alimento en los vertederos o campeando por el pueblo en busca de comida.
Para los expertos, esa conducta inusual se incrementará a medida que siga despareciendo el hielo. De la concentración de osos polares en zonas habitadas por humanos se tuvo noticias en 2019. Aunque no han atacado a pobladores, las autoridades han declarado la emergencia y se plantean eliminarlos, pese a ser una especie protegida.
La consecuencia directa de la escasez de alimentos es la constante reducción de la población. Según el Servicio Geológico de EEUU, dos tercios de la población de osos polares desaparecerán para el año 2050.
Para Walt Meier, investigador principal del Centro Nacional de Datos sobre Nieve y Hielo (NOAA), “la pregunta ya no es ‘si veremos un verano sin hielo en el Ártico’, sino ‘cuando’. Los osos polares –sostiene– “no están completamente condenados, solo si cambiamos nuestro comportamiento”. Y casi no queda tiempo.
Ver parte II, en nuestro número de julio próximo