“No se puede gestionar lo que no se puede medir”, según un famoso mantra empresarial a menudo atribuido al gurú de la gestión Peter Drucker. Esto puede ayudar a explicar por qué las emisiones de carbono están bajo más escrutinio que nunca a medida que aumentamos nuestros esfuerzos para evitar los efectos catastróficos del cambio climático.
Por ejemplo, la “huella de carbono”, una forma de medir la cantidad de gases de efecto invernadero (principalmente carbono) emitidos durante la creación, el uso y la eliminación de un producto, se ha convertido en un término familiar. Con una gran cantidad de calculadoras de huella de carbono ahora disponibles en línea, puedes encontrar datos sobre la huella de los automóviles, la generación de electricidad, la educación , los países y casi cualquier otra cosa.
Aunque esto podría parecer que beneficia nuestros esfuerzos por andar más ligeros sobre el planeta, la realidad es menos clara. El año pasado, un artículo en The Guardian destacó la influencia que han tenido las compañías petroleras en la creciente popularidad de la huella de carbono. Su mensaje principal era la idea de medir las huellas de carbono personales (en otras palabras, calcular las emisiones de las que somos responsables como individuos). Fue promovida originalmente por el gigante petrolero BP para desplazar la carga de la acción (y la culpa) de las empresas de combustibles fósiles a consumidores.
En muchos aspectos, esta táctica funcionó. Las herramientas gratuitas de huella de carbono se volvieron comunes, y la gente incluso comenzó a clasificarlas por su facilidad, precisión y confiabilidad. Por ejemplo, la calculadora del Fondo Mundial para la Naturaleza me dice mi huella en toneladas, así como qué partes de mi estilo de vida son las que más contribuyen a ella.