Petróleo, pesca, transporte y turismo ponen en peligro el Mar Austral argentino

jun 2020

El Mar Argentino es uno de los ambientes marinos más ricos y productivos del planeta. Se trata de una inmensa superficie que recorre millones de kilómetros cuadrados de valiosas regiones marinas, desde el Mar Patagónico hasta el Mar de Weddell y la Península Antártica en los océanos australes.

Este gran ecosistema marino brinda servicios ambientales que son vitales para el Planeta, como la regulación del clima a través del secuestro de carbono, el ciclo de nutrientes y el suministro de recursos naturales, tanto para los seres humanos como para las especies marinas que viven allí.

El Mar Austral argentino posee especies endémicas que no existen en ningún otro océano del mundo.

Hoy, ese inmenso reservorio de vida se encuentra amenazado por las actividades humanas y sus consecuencias generadoras del cambio climático. Esas actividades están vinculadas al petróleo, la pesca, el transporte y el turismo, que ponen en peligro su biodiversidad, sus recursos e incluso a los pobladores de Tierra del Fuego, la más austral de las provincias argentinas y corazón habitado de la región.

En las aguas del Mar Argentino y el Océano Austral se despliegan variadas formas de vida características de los frágiles fondos marinos de aguas frías: hidrocorales, esponjas, estrellas de mar, crustáceos, tiburón espinoso, merluzas de cola (austral y negra), pingüinos de penacho amarillo y de frente dorada, albatros, petreles, delfín austral, elefantes marinos del sur y el lobo marino sudamericano.

El área incluye además especies endémicas que no existen en ningún otro océano, otras en peligro de extinción y sitios de reproducción de especies. Y la ballena franca austral, considerada ‘monumento natural’ de Argentina, se reproduce en las bahías que rodean la Península Valdés pero luego migra hacia los mares antárticos para alimentarse de krill.

Petróleo

Mientras las prospecciones petrolíferas y las extracciones de gas por fracturación hidráulica (fracking) provocan profundos y legítimos cuestionamientos ambientales a nivel mundial, algunos países y corporaciones caminan a contramano, avanzando hacia una multiplicación de la actividad petrolera.

La triste justificación que alegan es la manifiesta dependencia de los combustibles fósiles para mantener la actividad productiva global (que no cambiará mientras sigamos apostando al petróleo) y en las ganancias que aportan a las compañías y al erario público.

Argentina es uno de esos países. En 2019 otorgó dos permisos de reconocimiento de hidrocarburos en áreas offshore en el Área Austral Marina: uno a la empresa noruega TGS AP Investments AS, por ocho años, y otro a la australiana Searcher Seismic, por seis años prorrogables por cuatro años más.

A esa situación agregó la adjudicación de otras 18 áreas marinas para la exploración de hidrocarburos offshore, a empresas como Exxonmobil, Qatar Petroleum, Tullow Oil Plc, Pluspetrol, Wintershall Energía, YPF; Equinor; Shell; Total Austral; BP Exploration Opereting Co.; ENI; Mitsui & Co y Tecpetrol. Esas empresas quedaron autorizadas a realizar actividades de explosiones sísmicas tanto en las Cuencas Argentina Norte como en Malvinas Oeste y el mar Austral.

Los resultados ambientales de la exploración sísmica comienzan a percibirse. Diversas organizaciones ecologistas, como Greenpeace y otras, denunciaron que el buque de exploración petrolera sísmica, Amazon Warrior, perteneciente a la noruega TGS AP –con áreas asignadas de unos 300.000 km² se encuentra operando frente a la costa este de Tierra del Fuego, pese a que el país se encuentra en plena cuarentena por el Covid-19.

El Amazon Warrior realiza bombardeo acústico para detectar petróleo en el mar austral argentino.

La práctica de exploración sísmica utiliza disparos extraordinariamente potentes con cañones de aire submarinos. Los ruidos que emite un solo disparo de esos cañones pueden cubrir un área de miles de kilómetros cuadrados. La exploración sísmica en aguas profundas se realiza de manera semejante a la on shore, pero a través de una embarcación especializada que dispone de un equipo de cañones de aire e hidrófonos.

Las ondas sonoras impactan en el fondo oceánico y su resonancia es captada por sensores asociados a los buques de exploración, cuyos datos recolectados componen un mapa del fondo marino, que les permite a las petroleras establecer posibles reservorios de petróleo donde iniciar sus trabajos de perforación y extracción.

Según informa Greenpeace, “la intensidad del sonido es comparable a las bombas de Hiroshima o Nagasaki. Toda la biodiversidad marina, en especial los mamíferos como ballenas y delfines, es afectada. Mientras en todo el mundo, las ciudades experimentan reducciones significativas de emisiones tóxicas y de la contaminación sonora habituales, los ecosistemas marinos están sufriendo un constante bombardeo acústico”.

Como lo reconocen off the record los propios técnicos de las empresas petroleras, el método que utilizan está lejos de ser inofensivo. Ese mismo trabajo podría hacerse en la actualidad, a través de tecnologías como imágenes y análisis satelitales que permiten relevar sectores donde pueden existir hidrocarburos. Y también existen equipos de sísmica que permiten obtener interpretaciones del suelo marino, para determinar si se trata de pozos potenciales, que provocan una menor afectación ambiental. Pero las empresas se resisten a utilizarlos para abaratar sus costos.

El impacto de la exploración sísmica es importante y afecta ecosistemas con alto valor de conservación como los del Mar Argentino, sobre el que está operando el Amazon Warrior. En mamíferos marinos como ballenas y delfines y también sobre las poblaciones de elefantes y lobos marinos del sur provoca  alteraciones en su desarrollo, comportamiento, pérdida auditiva o lesiones, mientras que en peces y crustáceos se han verificado muertes masivas.

En 2010, ya los pescadores de la localidad de Caleta Olivia, en la Patagonia argentina habían denunciado que se quedaron sin peces por las prospecciones sísmicas.

Activista argentina documentando las operaciones de explosiones sísmicas – Prensa Greenpeace.

Como señala Luisina Vueso, coordinadora de la campaña de protección del Mar Argentino en Greenpeace, “los bloques otorgados y las zonas exploradas se solapan con áreas identificadas de alto valor de conservación por su riqueza ecológica y biológica. Las especies que viven allí están sufriendo un bombardeo acústico sin precedentes a costa de encontrar zonas donde extraer hidrocarburos, práctica que traerá consecuencias peores aún”.

Es lo que sucede con las áreas marinas protegidas Namuncurá-Banco Burdwood I, Banco-Burdwood II y Yaganes, adyacentes a las aguas que bañan Tierra del Fuego, donde las prospecciones sísmicas pueden tener efectos muy negativos sobre la megafauna austral.

Explotación petrolera en la Cuenca de Malvinas.

Aunque los estudios de impacto ambiental y mapas de sensibilidad son herramientas fundamentales para el contralor y la identificación de los impactos negativos y la mitigación de los mismos, Argentina solo realiza el estudio de impacto ambiental antes de que se inicien las actividades sísmicas. No ejecuta estudios intermedios, durante el  período de concesión ni a su finalización. Y tampoco desarrolla el mapa de sensibilidad para determinar de forma rápida qué recursos ambientales se están dañando.

Resulta irracional abrir nuevas fronteras petroleras en el Mar Austral argentino,  en un contexto global de pandemia que muestra, de manera atroz, los límites de nuestra capacidad de supervivencia si no somos capaces de provocar un cambio profundo en nuestra manera de producir y consumir.

Como insiste Vueso, “atravesamos la emergencia climática y la prioridad del gobierno en términos energéticos debe ser el abandono de los combustibles fósiles y hacer una transición hacia las energías limpias”. Pero algunos caminan en sentido contrario.

Pesca, transporte y turismo: Ver Tierra del Fuego: depredación en el fin del mundo (II)